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Bitcoin, Ethereum y más: una guía cripto para interesados y despistados

Todo lo relacionado con lo cripto tiene mucho potencial, incluido el de ser malinterpretado y mal explicado. Aquí estamos para aclarar las cosas.

El 20 por ciento de los adultos estadounidenses, y el 36 por ciento de los millenials, poseen criptomonedas, según una encuesta reciente de Morning Consult

Hasta hace poco, si vivías en otro lugar que no fuera San Francisco, era posible pasar días o incluso semanas sin oír hablar de criptomonedas.

Ahora, de repente, es ineludible. Si miras hacia un lado, verás a Matt Damon y Larry David haciendo anuncios para empresas de criptomonedas. Gira la cabeza y verás a los alcaldes de Miami y Nueva York discutiendo sobre quién ama más al bitcoin. Dos estadios de la NBA llevan ahora el nombre de empresas de criptomonedas, y parece que todos los equipos de marketing de las empresas de Estados Unidos se han subido al trende los NFT (tókens no fungibles). (¿Puedo interesarte por uno de los nuevos NFT de génesis “Mic Drop” de Pepsi? ¿O tal vez algo de la colección de NFT “Metaverse Meals” de Applebee’s, inspirada en los platos “icónicos” del menú de la cadena de restaurantes?).

¡Cripto! Durante años, parecía el tipo de tendencia tecnológica pasajera que la mayoría de la gente podía ignorar, como las patinetas eléctricas hoverboards o las gafas Google Glass. Pero su poder, tanto económico como cultural, se ha vuelto demasiado importante como para pasarlo por alto. El 20 por ciento de los adultos estadounidenses, y el 36 por ciento de los milénials, poseen criptomonedas, según una encuesta reciente de Morning Consult. La aplicación de comercio de criptomonedas Coinbase se ha situado en la cima de las listas de éxitos de la App Store al menos dos veces en el último año. En la actualidad, el mercado de las criptomonedas está valorado en unos 1,75 billones de dólares, aproximadamente el tamaño de Google. Y en Silicon Valley, los ingenieros y ejecutivos abandonan en masa sus cómodos puestos de trabajo para unirse a la fiebre del oro de las criptomonedas.

A medida que se ha ido imponiendo, las criptomonedas han inspirado un discurso inusualmente polarizado. Sus mayores fanáticos creen que están salvando el mundo, mientras que sus mayores escépticos están convencidos de que todo es una estafa, una burbuja especulativa asesina del medio ambiente orquestada por estafadores y vendida a incautos codiciosos, que probablemente hará estrellar la economía cuando estalle.

Llevo casi una década escribiendo sobre criptomonedas, un periodo en el que mis opiniones han oscilado entre el escepticismo extremo y el optimismo prudente. Hoy en día, suelo describirme como un moderado de las criptomonedas, aunque admito que eso puede ser una evasiva.

Estoy de acuerdo con los escépticos en que gran parte del mercado de las criptomonedas consiste en activos sobrevalorados, sobredimensionados y posiblemente fraudulentos, y no me conmueven los sentimientos más utópicos compartidos por los fanáticos de las criptomonedas (como la afirmación de Jack Dorsey, el antiguo jefe de Twitter, de que el bitcoin dará paso a la paz mundial).

Pero a medida que he ido experimentando con las criptomonedas —incluyendo la venta accidental de un NFT por más de 500.000 dólares en una subasta benéfica el año pasado— he llegado a aceptar que no todo es un cínico robo de dinero, y que se están construyendo cosas con sustancia real. También he aprendido, en mi carrera como periodista que cubre tecnología, que cuando tanto dinero, energía y talento fluyen hacia una cosa nueva, generalmente es una buena idea prestar atención, independientemente de tus opiniones sobre la cosa en sí.

Sin embargo, mi creencia más firme sobre las criptomonedas es que están terriblemente mal explicadas.

Recientemente, pasé varios meses leyendo todo lo que pude sobre las criptodivisas. Pero descubrí que la mayoría de las guías para principiantes adoptaban la forma de podcast aburridosvideos de YouTube con escasa investigación y entradas de blog escritas por inversores irremediablemente parciales. Por otra parte, muchas de las opiniones contrarias a las criptomonedas se veían socavadas por inexactitudes y argumentos anticuados, como la afirmación de que las criptomonedas son buenas para los delincuentes, a pesar de las crecientes pruebas de que los libros de contabilidad rastreables de las criptomonedas las convierten en un medio poco adecuado para las actividades ilícitas.

Lo que no pude encontrar fue una explicación sobria y desapasionada de lo que realmente son las criptomonedas —cómo funcionan, para quién son, qué está en juego, dónde se dibujan las líneas de batalla— junto con respuestas a algunas de las preguntas más comunes que plantea.

Esta guía —en realidad una compilación de preguntas más frecuentes— es un intento de arreglar eso. En ella, explicaré los conceptos básicos de la forma más clara posible, haciendo todo lo que pueda por responder a las preguntas que un escéptico curioso pero de mente abierta podría plantear.

Los defensores de las criptomonedas probablemente discreparán con mis explicaciones, mientras que los opositores más escépticos las encontrarán demasiado generosas. No pasa nada. Mi objetivo no es convencerte de que las criptomonedas son buenas o malas, de que deben ser prohibidas o celebradas, o de que invertir en ellas te hará rico o te llevará a la quiebra. Se trata simplemente de desmitificar un poco las cosas. Y si quieres profundizar, cada sección tiene una lista de sugerencias de lectura al final.

Las criptomonedas serán transformadoras

Entender las criptomonedas ahora —especialmente si eres naturalmente escéptico— es importante por varias razones

La primera es que la riqueza y la ideología de las criptomonedas van a ser una fuerza transformadora en nuestra sociedad en los próximos años.

Ya has oído hablar de los millonarios de Dogecoin y de los colegas que poseen bitcoins y conducen Lamborghinis. Pero eso no es ni la mitad. El auge de las criptomonedas ha generado nuevas y enormes fortunas a un ritmo nunca antes visto —la comparación más cercana es probablemente el descubrimiento de petróleo en Oriente Medio— y ha convertido a sus mayores ganadores en algunas de las personas más ricas del mundo, esencialmente de la noche a la mañana. Algunas riquezas podrían desaparecer si el mercado se desploma, pero ya se ha cobrado lo suficiente como para asegurar que la influencia de las criptomonedas perdurará durante décadas.

La cultura online de las criptomonedas, tan disparatada y enloquecida con los memes, puede hacer que parezcan frívolas y superficiales. Pero no lo son. Las criptomonedas, incluso las que parecen chistosas, forman parte de un movimiento ideológico sólido y bien financiado que tiene serias implicaciones para nuestro futuro político y económico. El bitcoin, que surgió de las cenizas de la crisis financiera de 2008, se impuso primero entre los libertarios y los activistas antisistema, que lo veían como la piedra angular de un nuevo sistema monetario incorruptible. Desde entonces, otras criptomonedas se han propuesto objetivos similares, como la construcción de una versión descentralizada y no regulada de Wall Street en la cadena de bloques.

Ya estamos empezando a ver una oleada de criptodinero dirigida al sistema político de Estados Unidos. Los criptoempresarios están donando millones de dólares a candidatos y causas, y las empresas de cabildeo se han desplegado por todo el país para conseguir apoyo para la legislación pro-cripto. En los próximos años, los magnates de las criptomonedas financiarán las campañas de los candidatos favorables a las criptomonedas o se presentarán ellos mismos a las elecciones. Algunos traficarán con su influencia de la forma habitual —formando supercomités de acción política, financiando laboratorios de ideas, etc.— mientras que otros tratarán de escapar del bloqueo partidista. (Los cripto millonarios ya están comprando terrenos en el Pacífico Sur para construir sus propias utopías de cadenas de bloques).

La criptomoneda está preparada para convertirse pronto en uno de un puñado de verdaderos temas divisivos, y los políticos de todo el mundo se verán obligados a elegir un bando. Algunos países, como El Salvador —cuyo presidente, Nayib Bukele, amante de las criptomonedas, anunció recientemente el desarrollo de una “Bitcoin City” en las faldas de un volcán— se volcarán de lleno en las criptomonedas. Otros gobiernos pueden decidir que las criptomonedas son una amenaza para su soberanía y tomar medidas drásticas, como hizo China cuando prohibió el comercio de criptomonedas el año pasado. La división entre las zonas del mundo que están a favor de las criptomonedas y las que no lo están podría acabar siendo al menos tan grande como la división entre la internet china y la estadounidense, y quizá incluso más importante.

En Estados Unidos, ya hemos visto cómo las criptomonedas pueden revolver las lealtades partidistas habituales. El expresidente Donald Trump y la senadora Elizabeth Warren, demócrata por Massachusetts, están unidos en el escepticismo criptográfico, por ejemplo, mientras que el senador Ted Cruz, republicano por Texas, está en el mismo campo optimista que el senador Ron Wyden, demócrata por Oregón. También hemos visto lo que puede ocurrir cuando la comunidad cripto se siente políticamente amenazada, como ocurrió el verano pasado, cuando los criptogrupos se unieron para oponerse a una disposición relacionada con las criptomonedas en el proyecto de ley de infraestructuras del presidente Joe Biden.

Lo que quiero decir, supongo, es que a pesar de su tonta apariencia, las criptomonedas no son solo otro extraño fenómeno de internet. Es un movimiento tecnológico organizado, armado con poderosas herramientas y hordas de creyentes ricos, cuyo objetivo es nada menos que una revolución económica y política total.

Las criptomonedas podrían ser destructivas

La segunda razón para prestar atención a las criptomonedas es que entenderlas ahora es la mejor manera de garantizar que no se conviertan en una fuerza destructiva más adelante.

A principios de la década de 2010, la crítica más común a las aplicaciones de redes sociales como Facebook y Twitter era que no funcionarían como negocios. Los expertos predijeron que los usuarios se cansarían de las fotos de vacaciones de sus amigos, que los anunciantes huirían y que todo el sector de las redes sociales se hundiría. La teoría no era tanto que las redes sociales fueran peligrosas o malas, sino que eran aburridas y cursis, una moda impulsada por la publicidad que desaparecería tan rápido como había llegado.

Lo que nadie se planteaba entonces —al menos no en voz alta— eran preguntas como: ¿Qué pasaría si las redes sociales fueran de verdad increíblemente exitosas? ¿Qué tipo de normativa tendría que existir en un mundo en el que Facebook y Twitter fueran las plataformas de comunicación dominantes? ¿Cómo deberían las empresas tecnológicas con miles de millones de usuarios sopesar las compensaciones entre la libertad de expresión y la seguridad? ¿Qué características del producto podrían evitar que el odio y la desinformación en línea se conviertan en violencia fuera de la red?

A mediados de la década, cuando estaba claro que estas preguntas eran urgentes, ya era demasiado tarde. La mecánica de la plataforma y los modelos de negocio basados en la publicidad ya estaban incorporados, y los escépticos —que podrían haber orientado estas aplicaciones en una mejor dirección, si se las hubieran tomado más en serio desde el principio— estaban atrapados tratando de contener el daño.

¿Estamos cometiendo el mismo error con las criptomonedas hoy en día? Es posible. Nadie sabe todavía si las criptomonedas “funcionarán” o no, en el sentido más amplio. (Cualquiera que afirme que lo sabe está vendiendo algo.) Pero hay dinero y energía reales en ello, y muchos veteranos de la tecnología con los que he hablado me dicen que el ambiente de las criptomonedas de hoy se siente, para ellos, como 2010 de nuevo: solo que la tecnología afecta esta vez al dinero, en lugar de a los medios de comunicación.

Si se equivocan, se equivocan. Pero si tienen razón —incluso en parte— el mejor momento para empezar a prestar atención es ahora, antes de que los caminos estén marcados y los problemas sean incurables.

La tercera razón para estudiar las criptomonedas es que puede ser realmente divertido aprender sobre ellas.

Por supuesto, muchas cosas son tontas, turbias o que se refutan por sí mismas. Pero si puedes mirar más allá de los pregoneros y analizar la enrevesada jerga, encontrarás un pozo sin fondo de proyectos extraños, interesantes y que invitan a la reflexión. La agenda de las criptomonedas es tan amplia y multidisciplinar —al reunir elementos de economía, ingeniería, filosofía, derecho, arte, política energética y más— que ofrece muchos puntos de apoyo para los principiantes. ¿Quieres discutir la influencia de la economía austriaca en el desarrollo del bitcoin? Probablemente haya un servidor Discord dedicado a eso. ¿Quieres unirte a una DAO que invierte en NFT, o jugar a un videojuego que te paga en criptotokenes por ganar? Sumérgete.

Las criptomonedas son una llave maestra generacional

No estoy sugiriendo que el mundo de las criptomonedas sea diverso, en el sentido demográfico. Las encuestas han sugerido que los hombres blancos con ingresos altos constituyen una gran parte de los propietarios de criptomonedas, y los libertarios con ejemplares de La rebelión de Atlas probablemente estén sobrerrepresentados entre los cripto millonarios. Pero no es un monolito intelectual. Hay maximalistas de derecha fieles a bitcoin que creen que las criptomonedas los liberarán de la tiranía del gobierno; fanáticos de izquierda de Ethereum que quieren derrocar a los grandes bancos; y especuladores sin apegos ideológicos que solo buscan obtener beneficios y salir. Estas comunidades se pelean entre sí constantemente, y muchas tienen ideas muy diferentes sobre lo que deberían ser las criptomonedas. Es un estudio fascinante, especialmente con un poco de distancia emocional.

Y si aprendes algunos fundamentos de las criptomonedas, puede que descubras que todo un mundo se abre ante ti. Entenderás por qué Jimmy Fallon y Stephen Curry cambian sus avatares de Twitter por simios de dibujos animados, y por qué Elon Musk, el hombre más rico del mundo, pasó una buena parte del año pasado tuiteando sobre una moneda digital con nombre de perro. Las palabras y frases extrañas que encuentres en internet —rug pulls, flippenings, “gm”— te resultarán familiares y, con el tiempo, los titulares como “Un coleccionista de NFT vende las fursonas de la gente por 100.000 dólares en una guerra por la forma de pensar del clic derecho” no te harán preguntarte si estás perdiendo el control de la realidad.

Las criptomonedas también pueden ser una especie de llave maestra generacional, quizá la forma más rápida de refrescar tu conciencia cultural y descifrar las creencias y acciones de los jóvenes de hoy. Y de la misma manera que saber un poco sobre el misticismo de la Nueva Era y los psicodélicos ayudaría a alguien que intentara dar sentido a la cultura juvenil de los años 60, conocer algunos fundamentos de las criptomonedas puede ayudar a alguien perplejo por las actitudes emergentes sobre el dinero y el poder a sentirse más informado.

Una vez más, no me importa si sales de estas explicaciones como un verdadero creyente, un devoto escéptico o algo intermedio. Participa o abstente como quieras. Lo único que busco es comprensión y, posiblemente, librarme un poco de la pregunta que ha consumido mi vida social y profesional durante los últimos años:

“Entonces… ¿Puedo hacerte una pregunta sobre criptomonedas?”.

Comencemos por el principio: ¿Qué es ‘cripto’?

Hace una década o dos, esta palabra en general se usaba como una abreviatura de criptografía. Pero en años recientes, se relaciona más con las criptodivisas. Ahora, el término “cripto” suele referirse a todo el universo de tecnologías que se basan en cadenas de bloques, los sistemas de contabilidad distribuida que respaldan las monedas digitales como el bitcoin, pero que también representan la base de la tecnología que está detrás de cosas como los NFT, las aplicaciones de la Web3 y los protocolos comerciales de las finanzas descentralizadas, o DeFi.

Ah claro, las cadenas de bloques. ¿Me podrías recordar, sin entrar en muchos detalles técnicos, qué son?

En un nivel muy básico, las cadenas de bloques o blockchain son bases de datos compartidas que almacenan y verifican información de manera segura, en términos criptográficos.

Puedes pensar que una cadena de bloques es como una hoja de cálculo de Google, solo que, en vez de guardarse en los servidores de Google, las cadenas de bloques se sostienen gracias a una red de computadoras ubicadas por todo el mundo. Estas computadoras (a veces llamadas mineras o validadoras) se encargan de almacenar sus propias copias de la base de datos, y agregan y verifican nuevas entradas y protegen la base de datos de hackers.

Entonces, ¿las cadenas de bloques son como… hojas de cálculo de Google sofisticadas?

Algo así, pero hay al menos tres diferencias conceptuales importantes.

La primera es que una cadena de bloques está descentralizada. No necesita la supervisión de una empresa como Google. Todo ese trabajo lo realizan las computadoras de la red, por medio de lo que se llama un mecanismo de consenso: un algoritmo complicado que les permite convenir qué hay en una base de datos sin necesidad de un árbitro neutral. Esto hace que las cadenas de bloques sean más seguras que los sistemas tradicionales de contabilidad, según creen sus proponentes, ya que una sola persona o empresa no puede eliminar la cadena de bloques ni modificar su contenido, y cualquiera que quiera hackear o cambiar los registros del sistema de contabilidad tendría que acceder a muchas computadoras al mismo tiempo.

La segunda característica importante de las cadenas de bloques es que, por lo general, son públicas y de código abierto, esto quiere decir que, a diferencia de una hoja de cálculo de Google, cualquiera puede inspeccionar el código de una cadena de bloques pública o ver el registro de cualquier transacción. (Existen cadenas de bloques privadas, pero son menos importantes que las públicas).

El tercer factor es que las cadenas de bloques suelen ser permanentes y solo se les pueden hacer adiciones, es decir que, a diferencia de una hoja de cálculo de Google, los datos que se agregan a una cadena de bloques, por lo general, no se pueden borrar ni cambiar después.

Comprendo. Entonces, ¿las cadenas de bloques son bases de datos públicas y permanentes que no son propiedad de nadie?

Correcto, ya lo estás entendiendo.

Ahora, recuérdame: ¿Qué relación tienen las cadenas de bloques con las criptomonedas?

En realidad, las cadenas de bloques no existían sino hasta 2009, cuando un programador con el seudónimo de Satoshi Nakamoto publicó la documentación técnica de Bitcoin, la primera criptomoneda de la historia.

El bitcoin usaba una cadena de bloques para llevar un registro de las transacciones. Eso fue notable porque, por primera vez, le permitió a la gente enviar y recibir dinero por internet sin la intervención de una autoridad central, como un banco o una aplicación como PayPal o Venmo.

Muchas cadenas de bloques siguen realizando transacciones con criptomonedas, y ahora existen alrededor de 10.000 criptomonedas diferentes, según CoinMarketCap. Pero muchas cadenas de bloques también pueden utilizarse para almacenar otro tipo de información, como datos de NFT, fragmentos de código que se ejecutan de forma automática conocidos como contratos inteligentes y aplicaciones completas, sin necesidad de que intervenga una autoridad central.

Hace unos años, los miembros del sector tecnológico nos decían que las criptomonedas eran una forma de dinero nueva y emocionante, pero no conozco a nadie que pague su renta o haga sus compras con bitcoines. Así que, ¿esas personas solo… se equivocaron?

Buena pregunta. Es cierto que en la actualidad casi nadie paga con criptomonedas. Esto se debe, en parte, a que la mayoría de los comerciantes todavía no aceptan pagos en criptomonedas, y las cuantiosas comisiones por transacción pueden volver impráctico el proceso de gastar pequeñas sumas de criptomonedas en compras básicas del diario. Esto también se debe a que, históricamente, el valor de las criptomonedas populares como el bitcoin y el ether ha subido, por lo que es un riesgo relativo usarlas para compras fuera de Internet. (Los ejemplos de su uso para compras básicas suelen ser lastimosos, como el del hombre que en 2010 compró dos pizzas de Papa John’s con bitcoines, que en aquel entonces valían alrededor de 40 dólares, pero que ahora valdrían más o menos 400 millones de dólares).

También es cierto que el valor de las criptomonedas ha aumentado a una escala enorme desde los inicios del bitcoin, a pesar de que la gente no las usa para sus gastos diarios.

Parte de ese crecimiento se debe a la especulación, a la gente que compra criptoactivos con la esperanza de venderlos más caros después. En parte, esto es debido a que las cadenas de bloques que han surgido desde el nacimiento del bitcoin, como Ethereum y Solana, han ampliado los posibles usos de esta tecnología.

Además, algunos criptofanáticos creen que los precios de las criptomonedas como el bitcoin se estabilizarán en algún momento, y así será más práctico utilizarlas como modo de pago.

¿Qué otros usos reales tienen las criptomonedas, además de la especulación financiera?

En este momento, muchas de las aplicaciones exitosas de la criptotecnología se encuentran en las finanzas o en campos relacionados con las finanzas. Por ejemplo, hay quienes usan criptomonedas para hacer envíos internacionales de dinero a familiares en el extranjero y los bancos de Wall Street usan las cadenas de bloques para liquidar operaciones extranjeras.

El auge de las criptomonedas también ha dado pie a una abundancia de experimentos fuera de los servicios financieros. Existen clubes sociales, videojuegos, restaurantes e incluso redes inalámbricas que se basan en la criptotecnología.

Estos usos no financieros siguen siendo bastante limitados. Pero los defensores de la tecnología suelen argumentar que esta aún es incipiente, y que internet tardó décadas en madurar para convertirse en lo que es hoy. Los inversionistas están destinando miles de millones de dólares a empresas emergentes basadas en criptomonedas, pues confían en que, algún día, las cadenas de bloques se usarán para toda clase de cosas: almacenar expedientes médicos, rastrear derechos de música para emisión en continuo, incluso para albergar nuevas plataformas de redes sociales. Además, el ecosistema cripto está atrayendo a muchísimos desarrolladores, una señal prometedora para cualquier tecnología en ciernes.

He oído que la gente llama a las criptomonedas un esquema piramidal o Ponzi. ¿A qué se refieren?

Algunos críticos creen que los mercados de criptomonedas son fundamentalmente fraudulentos, ya sea porque los primeros inversores se enriquecen a costa de los últimos (un esquema piramidal), o porque los proyectos de criptomonedas atraen a los inversores desprevenidos con promesas de rendimientos seguros, y luego colapsan una vez que deja de entrar dinero nuevo (un esquema Ponzi).

Ciertamente hay muchos ejemplos de esquemas piramidales y Ponzi dentro de la criptografía. Incluyen OneCoin, una operación fraudulenta de criptomonedas que robó 4000 millones de dólares a inversores entre 2014 y 2019; y Virgil Sigma Fund, un fondo de cobertura de criptomonedas de 90 millones de dólares dirigido por un inversor de 24 años que se declaró culpable de fraude de valores y fue condenado a siete años y medio de prisión.

Pero estos casos no suelen ser de los que hablan los críticos. Por lo general, argumentan que las criptomonedas en sí son un esquema de explotación, sin valor en el mundo real.

¿Y tienen razón?

Bueno, tratemos de entender los argumentos que exponen.

A diferencia de la compra de acciones de, por ejemplo, Apple, una compra que (teóricamente, al menos) refleja la creencia de que el negocio subyacente de Apple es saludable, la compra de una criptodivisa es más como una apuesta por el éxito de una idea, dicen. Si la gente cree en el bitcoin, lo compra, y los precios del bitcoin suben. Si la gente deja de creer en bitcoin, vende, y los precios de bitcoin bajan.

Los propietarios de criptomonedas, por tanto, tienen un incentivo racional para convencer a otras personas de que compren. Y si tú no crees que la tecnología de las criptomonedas es intrínsecamente valiosa, podrías concluir que todo el asunto se parece a un esquema piramidal, en el que se gana dinero principalmente reclutando a otros para que se unan.

Tengo la sensación de que hay un “pero”.

¡Pero! Aunque hay estafas y fraudes dentro de las criptodivisas, y los criptoinversores son ciertamente aficionados a tratar de reclutar a otras personas para que compren, muchos inversores te dirán que van con los ojos bien abiertos.

Creen que la tecnología criptográfica es intrínsecamente valiosa, y que la capacidad de almacenar información y valor en una cadena de bloques descentralizada será atractiva para todo tipo de personas y empresas en el futuro. Te dirían que están apostando por ‘cripto’ el producto, no por ‘cripto’ la idea, lo que, en cierto nivel, no es tan diferente de comprar acciones de Apple porque crees que el próximo iPhone va a ser popular.

Matt Huang, un destacado inversor, habló en nombre de muchos aficionados a las criptomonedas cuando dijo en Twitter: “Las criptomonedas pueden parecer un casino especulativo desde fuera. Pero eso distrae a muchos de la verdad más profunda: el casino es un caballo de Troya con un nuevo sistema financiero oculto en su interior”.

Se puede discutir esa posición, o disputar cuánto vale realmente este “nuevo sistema financiero”. Pero los criptoinversores creen claramente que vale algo.

¿Las criptomonedas están reguladas?

Solo un poco. En Estados Unidos, se solicita que ciertas criptobolsas centralizadas, como Coinbase, se registren como transmisores de dinero y se apeguen a estatutos como la Ley de Secreto Bancario (BSA, por su sigla en inglés), conforme a la cual deben recopilar ciertos datos sobre sus clientes. Algunos países han aprobado regulaciones más estrictas, y otros, como China, han prohibido por completo el comercio con criptomonedas.

En comparación con el sistema financiero tradicional, las criptodivisas están muy poco reguladas. Hay normas que rigen algunos criptoactivos como las criptomonedas estables, o stablecoins —monedas cuyo valor está vinculado a monedas respaldadas por gobiernos— o incluso directrices claras del Servicio de Impuestos Internos sobre cómo deberían gravarse ciertas criptoinversiones. La regulación en ciertas áreas del sector, como las DeFi (finanzas descentralizadas), es casi nula.

Esto se debe en parte a que la tecnología aún está en sus inicios, y toma tiempo elaborar reglas. Sin embargo, esta también es una propiedad de la tecnología de cadenas de bloques, que se diseñó en gran medida para que los gobiernos no pudieran controlarla tan fácilmente.

Esta pregunta viene de la rapera Cardi B (que al parecer tiene curiosidad sobre el tema): ¿Las criptomonedas van a remplazar al dólar?

Lo siento, Cardi. El dólar es la moneda de reserva del mundo, y desplazarlo sería un esfuerzo enorme y costoso que es poco probable que suceda pronto. (Para darte solo un pequeño ejemplo de lo inmensa que es esa tarea: todos los contratos financieros que están denominados en dólares tendrían que volver a redactarse en bitcoines, ether, o cualquier otra criptomoneda).

También hay obstáculos técnicos que las criptomonedas deben superar si algún día van a desplazar a las monedas emitidas por gobiernos. En la actualidad, las cadenas de bloques más populares —Bitcoin y Ethereum— son lentas e ineficaces en comparación con las redes de pago tradicionales. (La cadena de bloques de Ethereum, por ejemplo, solo puede procesar unas 15 transacciones por segundo, mientras que Visa dice que puede procesar miles de transacciones de tarjetas de crédito por segundo).

Además, para que una criptomoneda como el bitcoin sustituyera al dólar, se tendría que convencer a miles de millones de personas de que usaran una moneda cuyo valor fluctúa muchísimo, que no está respaldada por ningún gobierno, y que a menudo no se puede recuperar en caso de robo.

¿Qué tipo de personas invierten en criptomonedas? ¿Todos son —para citar un episodio reciente de la serie Curb Your Enthusiasm— “nerds y nazis”?

Es difícil saber quién está invirtiendo en criptomonedas, sobre todo porque muchas de las operaciones se realizan de manera anónima o bajo un seudónimo. Pero algunas encuestas y estudios sugieren que el sector sigue estando dominado por hombres blancos adinerados.

En un informe reciente, Gemini, una criptobolsa, estimó que las mujeres conformaban solo el 26 por ciento de los criptoinversionistas. El grupo descubrió que el propietario de criptomonedas promedio era un hombre de 38 años con un ingreso anual aproximado de 111.000 dólares.

No obstante, al parecer, los dueños de criptomonedas se están diversificando. Una encuesta de 2021 del Centro de Investigaciones Pew reveló que era más probable que adultos asiáticos, negros y latinos hubieran usado criptomonedas que adultos blancos. También está aumentando la adopción de criptomonedas fuera de Estados Unidos, y algunos estudios sugieren que la aceptación está creciendo con más rapidez en países como Vietnam, India y Pakistán.

Mi colega, Tressie McMillan Cottom, ha argumentado que las criptomonedas —porque se basan en registros permanentes e irrefutables de la propiedad de los bienes y las monedas digitales— son especialmente atractivas para las personas de grupos marginados, a quienes se les puede haber quitado su propiedad injustamente en el pasado.

“Si vivo en una comunidad donde la policía utiliza absolutamente el dominio eminente para reclamar mi propiedad privada y no puedo hacer nada al respecto”, escribió, “esa sensación de impotencia cotidiana haría que la promesa de la cadena de bloques sonara bastante bien”.

Dicho esto, algunos estudios recientes también han descubierto que un pequeño número de personas posee la gran mayoría de la riqueza de las criptomonedas, por lo que no es necesariamente un paraíso igualitario.

¿Y qué pasa con los extremistas? ¿Están involucrados con las criptodivisas?

Algunos sí. Dado que se puede comprar y vender criptodivisas sin usar el nombre ni tener una cuenta bancaria, en sus inicios las criptomonedas eran una opción natural para las personas que tenían motivos para evitar el sistema financiero tradicional. Entre ellos había delincuentes, evasores de impuestos y personas que compraban y vendían productos ilícitos. También había disidentes políticos y extremistas, algunos de los cuales habían sido expulsados de servicios de pago más convencionales como PayPal y Patreon.

Como resultado de su oportuna entrada en el mercado de las criptomonedas, algunos extremistas se han enriquecido. Una reciente investigación del Southern Poverty Law Center descubrió que varios prominentes supremacistas blancos han ganado cientos de miles o millones de dólares invirtiendo en criptomonedas.

Por supuesto, hay millones de propietarios de criptomonedas, la gran mayoría de los cuales no son supremacistas blancos. Y las mismas propiedades de anonimato y resistencia a la censura que hacen que las criptomonedas sean útiles para los supremacistas blancos también podrían hacerlo atractivo para, por ejemplo, los ciudadanos afganos que huyen de los talibanes. Así que etiquetar a todo el movimiento cripto como grupo extremista sería exagerado. En cualquier caso, se puede decir que las criptomonedas se han convertido en algo atractivo para todo tipo de personas que prefieren no tratar (o no pueden hacerlo legalmente) con un banco tradicional.

Otra crítica que he escuchado es que las criptomonedas son malas para el medioambiente. ¿Es cierto eso?

Esta es una verdadera caja de Pandora, y una de las mayores objeciones al uso de criptomonedas.

Vamos a partir de lo que sabemos con certeza. Es cierto que, en la actualidad, la mayor parte de las operaciones con criptomonedas suceden en cadenas de bloques que requieren grandes cantidades de energía para almacenar y verificar las transacciones. Estas redes usan un algoritmo de consenso conocido como “prueba de trabajo”, un proceso que se ha comparado con un juego de adivinanzas global en el que las computadoras compiten para resolver acertijos criptográficos a fin de agregar nueva información a la base de datos y ganarse una recompensa. Para resolver estos acertijos se requieren computadoras potentes, que a su vez consumen mucha energía.

Por ejemplo, la cadena de bloques del bitcoin usa un estimado de 200 teravatios hora de energía al año, según Digiconomist, un sitio web que monitorea el consumo de energía de las criptomonedas. Eso es comparable al consumo anual de energía de Tailandia. Además, se ha calculado que las emisiones de carbono relacionadas con el bitcoin alcanzan unos 100 megatones al año, lo cual es comparable a la huella de carbono de la República Checa.

¡Cielos! ¿Cómo justifican los partidarios de las criptomonedas ese tipo de impacto ambiental?

Los defensores de las criptomonedas suelen objetar estas estadísticas. También arguyen que:

-Nuestro sistema financiero existente también consume mucha energía, con el suministro de electricidad a millones de sucursales bancarias, cajeros automáticos que se quedan inactivos durante la mayor parte del día, minas de oro y otra infraestructura de alto consumo de energía.

-Muchas computadoras para minado de criptomonedas ya se valen de fuentes renovables de energía o de energía que, de otro modo, se desperdiciaría.

-La mayoría de las nuevas cadenas de bloques usan mecanismos de consenso que requieren mucha menos energía que el de prueba de trabajo. (Ethereum, por ejemplo, tiene previsto cambiar a un nuevo tipo de mecanismo de consenso llamado prueba de participación en algún momento de 2022, que podría reducir su uso de energía hasta en un 99,5 por ciento).

¿Y esos argumentos son válidos?

En parte lo son. Es verdad que las cadenas de bloques más nuevas están diseñadas de tal modo que requieren mucha menos energía que el bitcoin, y que el cambio programado de Ethereum a un nuevo tipo de mecanismo de consenso llamado “prueba de participación” reducirá su huella ambiental de manera significativa, cuando suceda, si es que sucede.

Sin embargo, también es un poco conveniente apartar la atención del bitcoin, que sigue siendo la criptomoneda más valiosa del mundo. No se prevé que las necesidades energéticas del bitcoin vayan a disminuir mucho pronto. Además, aunque todos los mineros de bitcoin solo utilizarán energías renovables, el mantenimiento de la cadena de bloques aún implicaría un costo ambiental.

A fin de cuentas, está claro que la criptotecnología tal como la conocemos hoy en día tiene un impacto ambiental significativo, pero es difícil medir con exactitud cuán significativo es. Muchas de las estadísticas que se citan con frecuencia provienen de grupos de la industria, y es complicado encontrar datos y análisis confiables e independientes.

No obstante, pocos partidarios de las criptomonedas disputarían la afirmación de que las cadenas de bloques consumen más energía que una base de datos centralizada tradicional, así como 100 refrigeradores usan más energía que uno solo. Únicamente argumentan que el impacto ambiental de las criptodivisas se reducirá con el tiempo, y que vale la pena pagar los costos por los beneficios de la descentralización.

Lo entiendo. ¿Me repites cuáles son esos beneficios?

Algunos defensores de las criptomonedas te dirán que el mayor beneficio de la descentralización es la capacidad de crear monedas, aplicaciones y economías virtuales que son resistentes a la censura y al control que viene desde arriba. (Imagina una versión de Facebook, dirán, en la que Mark Zuckerberg no pudiera decidir unilateralmente expulsar a la gente).

Otros dirán que la mayor ventaja de la descentralización es que permite a los artistas y a los creadores controlar sus propios destinos económicos de forma más directa, dándoles una forma (en forma de NFT y otros criptoactivos) de evitar a los guardianes de las plataformas como YouTube y Spotify, y vender obras digitales únicas directamente a sus fanáticos.

Otros dirán que las criptomonedas son más útiles para las personas que no viven en países con monedas estables o para los grupos disidentes que viven bajo regímenes autoritarios.

Hay un millón de otros beneficios hipotéticos de la descentralización y las criptomonedas, algunos de los cuales son realistas y otros probablemente no.

¿Cómo se usan las criptomonedas en la práctica? ¿Es como enviar un pago por Paypal o Venmo?

Puede serlo. La manera más rápida de empezar a usar criptomonedas es crear una cuenta en una criptobolsa como Coinbase, que puede vincularse a tu cuenta bancaria y convertir tus dólares estadounidenses (u otras monedas emitidas por gobiernos) en criptomonedas.

Aunque muchos usuarios prefieren crear sus propias carteras, o “wallets”, lugares seguros donde pueden guardar claves criptográficas que les dan acceso a sus activos digitales.

Una vez que tienes algunas criptomonedas en tu cartera, el proceso puede ser bastante sencillo. Solo ingresa la dirección de la cartera del destinatario, paga la comisión de la transacción (si aplica) y espera a que pase el pago.

Otros tipos de transacciones, como la compra y venta de NFT, pueden ser significativamente más complicadas, pero el acto básico de enviar un pago a alguien suele llevar solamente unos minutos.

Estoy listo para sumergirme en el resto de tus explicaciones. Pero antes, tengo una última pregunta sobre la cultura de las criptomonedas: ¿por qué es tan extraña e insular?

Esta es quizás la pregunta que más me hacen sobre las criptomonedas. La gente ve a sus amigos, compañeros de trabajo y familiares sumergirse en la madriguera de las criptodivisas y aparecer días o semanas después con una nueva obsesión, nuevos amigos de internet, un montón de nueva jerga y la aparente incapacidad de hablar de otra cosa. La gente que cree en las criptomonedas tiende a creer de verdad en ellas, hasta el punto de que pueden parecer al mundo exterior más evangelistas de una nueva religión que aficionados a una nueva tecnología.

Alguna vez fui reportero de religión, y no creo que la comparación sea totalmente inapropiada. (Tampoco es necesariamente algo malo: mucha gente encuentra sentido, comunidad y estímulo intelectual en la religión). Como ha señalado el periodista de Bloomberg Joe Weisenthal, las criptomonedas tienen elementos similares a los de una religión emergente: un fundador enigmático (el todavía anónimo Satoshi Nakamoto), textos sagrados (el libro blanco de Bitcoin) y rituales y ritos para marcarse como creyente, como tuitear “gm” (“buenos días” en cripto) a tus compañeros de fe, o poner ojos láser en tu foto de perfil.

Es divertido reírse de las formas (a menudo horribles) en que los criptoaficionados intentan entretenerse e inspirarse mutuamente. Pero centrarse demasiado en su comportamiento y sus costumbres puede significar perderse lo que es realmente novedoso —y, dependiendo de dónde estés, emocionante o peligroso— de la propia tecnología. Por eso, cuando mis amigos me preguntan cómo hablar con sus parientes criptófilos, les aconsejo que empiecen por tratar de entender qué es lo que los entusiasma en primer lugar.

Para profundizar [en inglés]:

“WTF Is the Blockchain?” En esta explicación básica de la tecnología de la cadena de bloques, Mohit Mamoria analiza cómo funcionan y los problemas que pretende resolver.

“Introduction to Blockchain and Money” Este video de YouTube, que explica la historia y los fundamentos técnicos de las criptomonedas, es la primera conferencia de un curso impartido en el MIT en 2018 por Gary Gensler, que ahora es el director de la Comisión de Valores. (El resto del curso también está en YouTube, y resulta interesante de ver).

“A Normie’s Guide to Becoming a Crypto Person” Este artículo de la revista New York Magazine, escrito por Sara Harrison, es una guía de nivel básico sobre la cultura cripto, que incluye un glosario de términos y explicaciones sobre las numerosas subcomunidades cripto.

“Digital Gold” Nathaniel Popper, mi antiguo colega del Times, ofrece una profunda inmersión en la historia de Bitcoin y los orígenes de la criptoeconomía en su libro de 2015.

Fuente: The New York Times

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