Era una mañana de invierno de comienzos de los 2000, cuando habiendo terminado el primer programa del día, con un hilito de voz, aquejado por una furibunda alergia, me dirigía hacia la redacción, en la parte posterior de la radio.
De pronto ingresando por el garage, me intercepta una señora muy bien vestida, llevando una taza de humeante té con limón y miel y me dice: “tome Raúl, beba un poco y alivie esa garganta que no puede seguir de esa manera. Dele, tome, tome”, me insistió extendiendo la taza y el plato que llevaba en su mano mientras agregaba unos caramelos de propóleo, que extrajo del bolsillo de su abrigo.
Esa era Alma Luz, me había escuchado con la voz dañada, al borde de la disfonía y sin pensarlo, se subió al auto para acercarse a ofrecerme ese aliciente para mi estado.
Beatriz Elena Albania, o también conocida como “Bessie”, era empática, solidaria, servicial, derrochando ánimo y empuje por los poros. Así andaba por la vida, atenta a cada detalle.
Puede ser que su vocación como enfermera, que fue su actividad laboral en el Hospital Santa Teresita se anteponía y la llevaba a tener esa actitud de servicio siempre presente.
Repartía en todo aquel con el que se cruzaba, enormes ganas de vivir y era su rutina habitual la de enaltecer a los autores de nuestro folklore, de los que se nutrió para elaborar el repertorio con el cual grabo más de una decena de casettes, que el soporte de aquel entonces para envasar música.
Dicen que su afición por el canto apareció como contrapartida al dolor de haber perdido a un hijo en un fatal accidente.
Que el canto se convirtió en la manera de disimular ese dolor tan agudo que significa perder un retoño.
Con una gran verborragia, como característica preponderante de ese torbellino con el cual vivía también la pasión se hacia presente en cada instante de su trayecto artístico. También allí su actitud solidaria se hizo presente en cuanto escenario se presentó, ayudando a quienes necesitaban organizar alguna peña a beneficio. Y en ese cometido los mejores guitarristas del medio estuvieron a su alrededor, acompañando su proyecto artístico.
Con el tiempo encontró un compañero de camino, en ese derrotero artístico, como es el caso del también ya ausente, Jorge Solivella. El otrora abogado y ex funcionario provincial supo aportarle la serenidad para la toma de decisiones en ese trayecto artístico, que Alma Luz llevaba adelante, con la fuerza e intensidad que la caracterizaba.
.Así, juntos recorrieron muchos lugares de Chubut, la Patagona y el país, difundiendo las poesías de los creadores patagónicos y del folklore argentino en general.
La salud la fue apagando desde hace una década a esta parte, pero el amor de su familia la mantuvo atendida y acompañada en ese duro trance que le impone la vida a veces a los ancianos, cuando comienza a arrebatarle sus recuerdos e imágenes de sus seres queridos.
Su público, sus vecinos, sus admiradores, todos la tenían siempre presente y no dudaron un instante en comenzar a aplaudir imaginariamente, mirando al cielo y la despidieron como se despide a los artistas, al escuchar y conocer la triste noticia que enlutó a Rawson, este finde. Pero el amor es mas fuerte, como dice la letra de la canción popular y todos coincidieron en recordarla y saludarla por las redes sociales, en las crónicas de los medios escritos, en las charlas del fin de semana en familia y amigos. Porque si bien su voz ya no escuchaba, su presencia seguía ahí vigente. Nadie olvida a la buena gente, porque son los imprescindibles.
Nunca mejor dicho: un placer haber coincidido en esta vida Alma Luz, tu corazón abierto seguirá siendo ejemplo a seguir, al igual que tu mano extendida y tu condición de persona de bien. Guarde Dios para siempre tu recuerdo
