Producto de un arduo trabajo de equipo, encabezado por fiscales de Sarmiento, Comodoro Rivadavia y Esquel, tres femicidios que tuvieron lugar en 2019 obtuvieron declaración de responsabilidad penal este mes. Lorena Piedra fue asesinada por su pareja el 10 de mayo de 2019, el 4 de mayo de este año Samuel Alcalá fue declarado responsable. Daniela Fernández Quelca, murió en manos de su ex pareja, el 19 de junio de 2019, el 12 de mayo el Tribunal de juicio declaró responsable del crimen a Eduardo Atanacio Pardo. Ruth Figueroa perdió la vida en manos de Abel Marchan, el 23 de octubre de 2019, este 7 de mayo se conoció la sentencia de responsabilidad. En los tres casos se probó el contexto de violencia de género. Ninguna de las victimas había denunciado penalmente las situaciones de violencia que venían sufriendo.
Las fiscales que dirigieron las investigaciones fueron Andrea Vázquez, María Laura Blanco y María Bottini, respectivamente. El Procurador General, Jorge Luis Miquelarena, manifestó su satisfacción por el trabajo de las fiscales y sus equipos.
Crímenes cometidos al amparo de la soledad
Lorena fue ultimada en horas de la mañana en la casa que compartía con el imputado y la hija. La adolescente también fue atacada por Alcalá y gracias a que logró escaparse salvó su vida.
Daniela fue asesinada en la vía pública, sin testigos. Su cuerpo fue hallado dos días después.
Ruth fue atacada por Marchan su propia casa, en horas de la mañana. Lo dejó entrar porque era su cliente.
Ni Lorena ni Ruth presentaron nunca una denuncia por malos tratos previos. Daniela tampoco lo hizo en sede penal, aunque sí se había presentado previamente en la Defensoría Civil, había trámites en el Juzgado de Familia y una medida de exclusión del hogar y prohibición de contacto.
El aprovechamiento de la vulnerabilidad
Los tres femicidas actuaron aprovechando las condiciones de vulnerabilidad de sus víctimas. Las tres víctimas habían migrado a las ciudades donde residían. Lorena venía de Bahía Blanca, ahí había protagonizado situaciones de violencia con una pareja anterior, tampoco había denunciado, se conoció aquella situación por la denuncia de una vecina. Naturalizaba la violencia e incluso se desempeñó como trabajadora sexual, lo que incrementa su vulnerabilidad.
Daniela vino a Chubut desde Bolivia buscando organizar su vida luego de separarse del imputado, con una hija en común no reconocida. Se instaló, le habló a Atanacio Pardo, este viajó a radicarse en Comodoro y reconoció a su hija. Se produjo un segundo embarazo en medio de situaciones de violencia. Procuró separarse, pero Eduardo no lo permitía. Excluido del hogar se instaló en una habitación, pasillo por medio del mismo inquilinato. La hostigaba y conspiraba contra los intentos de Daniela de obtener el sustento de modo independiente.
Ruth no tenía familia en Esquel, solo una amiga. Se ganaba el sustento como trabajadora sexual, vivía sola y en su casa atendía a los clientes.
En los tres casos hubo superioridad física de los asesinos respecto de las víctimas.
Lorena, Daniela y Ruth fueron cosificadas por Alcalá, Atanacio Pardo y Marchan, respectivamente. Tomadas no como mujeres sino como objetos que debían sometimiento a los caprichos de estos hombres que las mataron porque no aceptaban perder el control sobre sus voluntades y sus vidas.
Los femicidas
Alcalá mantenía relación patológica con la víctima, la cosificaba, incluso no podía llamarla por el nombre, ni demostrar angustia en relación a ella. El informé psicológico da cuenta de una personalidad psicopática, con consumo de sustancias, trastorno antisocial de personalidad, incapacidad para desarrollar relaciones afectivas, insensibilidad e indiferencia hacia los derechos de los demás, no pudiendo controlar los impulsos. Tenía un estilo de vida inestable, sin proyectos.
Atanacio Pardo tenía 23 años al momento del hecho, abusaba de la bebida, alcoholizado ejercía violencia. Se iba de la casa y no regresaba por un par de días, luego llegaba borracho. Era posesivo con la víctima y su personalidad está atravesada por una fuerte cultura machista.
Marchan tiene una historia de vida signada por la violencia. Su padre ejercía violencia. Se desempeñó en la policía y fue expulsado de la fuerza por incumplimientos. El, en su seno familiar también era violento.
La agravante de género
El femicidio es un homicidio agravado por estar atravesado por el aprovechamiento del autor de especiales condiciones de vulnerabilidad de la víctima mujer. Las fiscales demostraron a los tribunales de juicio que existió un contexto de violencia de género en el que el crimen fue el desenlace de un espiral de episodios de búsqueda de dominación que no siempre implicaron violencia física. Hubo violencia psicológica y económica probada en los tres debates.
Las fiscales destacaron la importancia de realizar la investigación de estos crímenes, desde el inicio, con perspectiva de género. Buscando evidencias de ese contexto violento en el que el crimen es la máxima consumación de la violencia, cuando el autor se siente impotente en su intento de peseer y dominar.
Las investigaciones sigue la guía del protocolo instruido para estos casos por la Procuración General.
Los femicidios son homicidios agravados para los que el Código Penal prevé la pena de prisión perpetua.